NACEMOS TIRADORES

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Recuerdan los primeros tirachinas, aquel arco con un palo y una cuerda, y aquella primera pistola fabricada con las pinzas de la ropao la primera cerbatana con un bolígrafo. Si ya están algunos llamándome viejo, pero los jóvenes de hoy en día saben más de armas que nosotros, gracias a esos juegos de la play. Es algo innato y heredado en los genes del ser humano. Ser capaz de darle a una lata con una piedra a determinada distancia es siempre un logro de primer orden. ¿De donde viene, entonces, esa mala fama que los usuarios de armas tenemos en la sociedad actual? ¿Se corresponde a una falsa moralidad en la que tienes un arma para agredir a otras personas? Podría ser, pero si vamos a las estadísticas, resulta que los delitos contabilizados con armas de tiro deportivo, son inexistentes.

Hemos llegado al punto de que si regalamos una carabina de corchos a un niño, tenemos un mal gusto de libro, pero ese joven estará unos años después haciendo la guerra con algún juego virtual, es decir que lo que molesta no son los hábitos, es el tener algo que parezca un arma de verdad en la mano, como si con ello estuviésemos fabricando un monstruo.

En realidad es un argumento muy débil, no, claro que no, el entrenar nuestra puntería no es malo. Es cuando el hombre pasa de ser recolector a cazador, con aquellas puntas de flecha de piedra, aquellas hachas, y demás herramientas, cuando la evolución nos convirtió en lo que somos, y eso, es algo que hoy en día continua en nuestro ADN, siendo un reto para el ser humano probar su capacidad de acierto a distancia.

Cuando construíamos nuestro tirachinas, nuestro arco, cuando recibíamos nuestra primera carabina del 4,5, y nos probábamos contra una lata, era nuestro ingenio, nuestro intelecto, quien se estaba desarrollando, no lo duden, autenticas obras de ingeniería.

Si, también se que ahora son armas prohibidas, claro, es cierto que generalmente aquello se producía en un ámbito rural que favorecía ese tipo de juegos. Si no eras de pueblo, los abuelos sí.

Pero volviendo a nuestra ciudad, en las escuelas es más que normal, la iniciación de nuestros niños o jóvenes en deportes Olímpicos, pero si hacemos una encuesta entre los padres para poner una escuela de Tiro Olímpico en su colegio, corremos el riesgo de que nos tachen de locos, o incluso de salir en algún medio, tras un argumento torticero.

Escribo todo esto, ante la preocupación por la falta de jóvenes, muy jóvenes, en nuestro deporte, y si no hacemos algo, el futuro de nuestro deporte se muestra muy incierto. Les propongo, eso, una vuelta a las cavernas o, por lo menos a apelar al sentido común de una sociedad que cada vez tiene menos.

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